Entradas populares

Total de visualitzacions de pàgina:

Seguidors

dissabte, 25 de juliol del 2009

TODO ACABARÁ BIEN... SI FUESE BIEN(Capítulo 9)






CAPÍTULO IX Al día siguiente, Núria pensaba en invitar a su amigo Manel Ricard para irse a la playa de Calella, en la comarca catalana del Maresme, a unos 40 kms. de Barcelona. Con ella irían Judy, Jarvis, Tommy, Kathy, Winnie y Arthur, además de toda la familia de ella. (Eh, una cosa: si queremos saber cuándo hace la familia Kirby sus vacaciones en los Estados Unidos, es en el mes de Septiembre; y en el mes de Agosto, Parker ya había pedido una semana de vacaciones anticipada, que le será descontada de sus vacaciones de Septiembre, para poder así atender a su prima y a los amigos de ésta. Así, éste año sólo podrá estar en su país tres semanas). La familia Kirby tenía dos coches, el de los padres y el de uno de los hijos. Así ya estaban reunidos todos los miembros de ella, que cuando llegaron Winnie y su “troupe”, todavía no habían podido estar con ellos por su trabajo, además de que ellos viven fuera de Barcelona, concretamente en Sabadell y en Badalona. Estos son el Jordi (un nombre típico en Catalunya, por que Jordi, ó Jorge, es el nombre del patrón de la región, aunque los Kirby sugirieron éste nombre por que también es el de George Washington, el primer Presidente que tuvieron los Estados Unidos después de su independencia), que era abogado, y Maria Teresa, que trabajaba como ingeniera de telecomunicaciones. Ah, otra cosa: como los Kirby han vivido tantos años en Catalunya, también hablan bastante bien el catalán, y así lo hacen de vez en cuando, aunque estuvieran presentes sus parientes norteamericanos, que, claro, no hablan la lengua de Pau Casals. Ahora empezaron una conversación en catalán precisamente: --Parkie, majo –decía Mónica, la madre--, ¿qué has traído la crema solar? --No, guapa; creo que me la he dejado en casa –respondió Parker, en un catalán con acento americano. Ellos ya habían llegado a la playa de Calella y aun caminaban por la arena, antes de llegar al sitio con sombrillas en donde se quedarían. --Esperemos que éste año la playa no esté mal, como el año pasado –siguió comentando la mujer. --Éste año está mejor, Mónica –explicó él--. Me lo dijo Ferran, que estuvo aquí la semana pasada. --Ojalá. Al llegar allí, extendieron las toallas e hicieron todo lo que se hace en cualquier playa. Arthur Genovese observó toda la playa, muy larga, de la que no se veía el final, ni mirando en dirección a Barcelona ni justo al contrario. La Costa Brava tiene unos cien kilómetros de extensión y llega hasta la frontera con Francia. Y Winnie Withfield también hizo lo mismo, se acordó de la película de Jacques Tati “Las vacaciones de Monsieur Hulot” y se imaginaba a ella misma, vestida como si fuera el propio Monsieur Hulot, con sombrero pequeño, gabardina tampoco muy larga y fumando en pipa, cometiendo muchas torpezas, como dejar caer un barco al agua cuando aun lo estaban pintando, ó cualquier tontería que imaginarse puedan ustedes. Entonces, ella se quitó la parte de arriba del biquini para tomar el sol en top-less. Arthur quiso hacer lo mismo, pero luego se acordó de que él no lleva de eso, el biquini, y lo dejó, riéndose. Jarvis les miraba, y divertido, pensó: --Hay que ver... A éste Artie le pasa como a mí. Y giró la cabeza a donde estaba Núria, que tomaba el sol con un biquini algo pequeño, de dos piezas, con la parte de abajo que era más bien un tanga. Era de color verde claro, aunque también ella, en un momento dado, decidió quitarse también la parte de arriba para tomar el sol. Como estaba al lado derecho de él, Jarvis decidió acercarse a ella para conversar un poco. Leía un libro.
--Hola, Núria. ¿Qué haces? –le preguntó. --¿No lo ves, guapo? ¿Con unos ojos de puta madre, y no lo ves? –bromeó la chica.
--Perdona, guapa, es una pregunta gilipollas, ya lo sé. Te lo repito: ¿qué haces...? --Nada, tío: leerme esto. Es una novela policíaca, que se desarrolla en Barcelona. ¿Sabías que cada vez más Barcelona se parece a Nueva York?



--¿Ah, sí...? No lo sabía. --Quizá no se parezca tanto, pero hace algunos años que la delincuencia ha subido mucho aquí, pero todavía no llega al grado de preocupante que es en Nueva York. --Eh... –Jarvis intentaba recordarlo--, verás, tía, yo... sí, hay bastante delincuencia en Nueva York, y ya sabes cuáles son los barrios más peligrosos. ¿No te lo ha dicho tu padre? --Sí, me lo ha dicho, pero es que cuando vamos por allí no nos metemos mucho en los problemas del país. Si vamos allí, casi siempre es para ir de vacaciones y pasarnos el día roncando... --Je... –Jarvis rió la bromita. Judy les oyó y preguntó: --Hey, tíos, ¿qué hacéis ahora? --¿Y a ti qué te parece, Judy? Hablar –contestó Jarvis, que le pegó un morreo a su novia, así de golpe. Ésta, algo sorprendida, lo abrazó y siguieron morreándose un poco más de tiempo. --¿Vamos a bañarnos? –preguntó él después.Judy respondió que sí, que “vamos a remojarnos todos”, y un rato más tarde, cuando se secaban, ella y Jarvis volvieron a darse los morreos reglamentarios. Aquí, Núria los miró, sobre todo a Judy, que parecía que volvía a gustarle, a atraerla sexualmente. Ella pensó: --¡Otra vez no, coño! ¡Ya la jodimos! Pensaba Núria que acabaría pegándose un tiro, pero consiguió contenerse. Dos minutos después vio que allí llegaba su amigo Manel Ricard i Llorente, que no había podido venir antes. Él trabaja como dibujante y que está colado por Núria, aunque conoce las tendencias semi-lésbicas de ella: tiempo atrás, descubrió que Núria había tenido relaciones sexuales a escondidas con una amiga suya, una estudiante de Económicas llamada Georgina Olivella. Quizás por estar demasiado enamorado de ella, Manel se lo perdonó y siguieron viéndose. Él pensaba que “nadie es perfecto”, y por ello decidió hacer la vista gorda. Pero ahora ninguno de los dos se acuerda de aquello. Ahora están en la playa, y después de hacer saludos y presentaciones siguieron allá el resto del día hasta que volvieron a Barcelona. Ah, el coche de los Kirby, ó mejor dicho los dos, son de fabricación europea, uno de marca española y el otro alemana, aunque también habían pensado en comprarse alguno japonés, pero prefirieron finalmente el alemán. Y no era como reacción estadounidense contra la, digamos, invasión japonesa de muchas de las empresas americanas (por ejemplo, las “majors” de Hollywood), sino por que les parecía más bonito el coche alemán, con todos los respetos para el japonés, que también tenía buen diseño. Y ya que hablamos de los japoneses, esto también lo comentaron todos, al ver a varios de ellos haciendo fotografías por todas partes. Parker dijo que muchos políticos españoles deben de tener muy buena amistad con las empresas del país del Sol Naciente ó con su forma de trabajar, pero algunos han vuelto de allí queriendo imitar todo lo que sea japonés, y así, poco a poco, parece que atraen a España a los inversores. --Y no nos pongamos tristes, caramba –dijo Parker-; que ya no es como antes. Ya ningún país puede ser autosuficiente. --No te enrolles, Parkie, y subamos al coche –le pidió Mónica. --Joder, es que no puedo ni hablar de cosas trascendentes –se quejó un poco Parker, que casi siempre es interrumpido por su mujer. --Tú serás un erudito, cariño, pero a veces te pones un poco pesado. Y ahí hay que pararte... --Me tenéis envidia.
--Cállate, Papá, que te enrollas más que una persiana, lo sabemos bien todos –le dijo su hijo Jordi.Decidió callarse Parker y continuar la vuelta a casa. Tommy y Kathy habían pasado, según ellos, un día muy bueno, dabuten, vamos. Winnie y Arthur también. Ésta vez, Judy y Jarvis fueron en el coche de Parker, Mónica (las dos, la madre y la hija) y Jordi, mientras que en el coche que conducía Núria iban con ella Susana y las dos parejas que habíamos nombrado en éste párrafo de la novela. Más tarde, al llegar todos a Barcelona, se fueron al sitio en el que vivían ó estaban simplemente alojados. Cada uno (ó cada una de las parejas, en muchos de los casos) se duchó para quitarse el salitre del agua del mar que les había quedado sobre el cuerpo. Luego se fueron a cenar, y finalmente a dormir. Al día siguiente, Núria propuso que todos los jóvenes de su familia y los amigos (nos referimos a ella, Judy, Jarvis, Winnie, arthur, Kathy, Tommy y algún otro) viniesen con ella a aquella piscina en la que estuvieron ayer, la nudista. No todos parecían estar de acuerdo como Tommy, al que no le molaba mucho enseñar su... “cosita”, como la llamaba él... Claro que le daba vergüenza, pero ellos le tranquilizaron con las chorradas de siempre para el caso. Mientras lo hacían, y tomando un descanso, Judy, Jarvis y Núria salieron un momento de la salita en donde estaban para irse a donde estaba la nevera y tragarse alguna bebida, tanto da si ésta es de origen norteamericano ó de cualquier sitio. Aquí, Núria se fijó en Judy, que aquella mañana portaba unos pantalones vaqueros cortos y algo ceñidos, que en aquel momento estaba de espaldas con relación a ella. Mirándola de reojo discretamente, miró el culo de la rubia y pensó en hacer algo, si nos acordamos de lo que le pasa, lo de su inclinación sexual. Y Jarvis miraba a Núria, que ya sabemos que le molaba bastante, cerca de allí, pero luego vio algo que, al parecer, le dejó algo deprimido... Núria se acercó a Judy, aprovechando que Jarvis estaba muy cerca, y muy discretamente, mientras la rubia miraba a la ventana y le daba la espalda, le dio una suave palmada en su trasero, muy rápido, súbitamente, para alejarse de allí muy rápido y sin que Judy pudiese sospechar para nada de su amiga. Jarvis lo vio todo, y miró la cerveza que había cogido, un botellín, creyendo que aquello que había visto era una alucinación por haber bebido demasiada cerveza... pero no; se había dado cuenta de que no había bebido aun absolutamente nada. Además, la botella aun estaba cerrada. --Coño, estoy colado por una lesbiana –se dijo a sí mismo. Pero no parecía demasiado desilusionado--. No sé... algunas tías de éstas, las lesbianas, siempre me han caído bien. Son muy interesantes. Dejemos a Jarvis con sus reflexiones, quizá un poco gilipollas, pero ya sabemos que él ve las cosas de una manera absurda y lógica a la vez (¿No les recuerda a Groucho Marx?), y veamos cómo sintió Judy aquello. Al sentir la palmada en su trasero, miró a Jarvis (tardó un poco, unos tres segundos) y pensó que quien lo hizo fue él. --¡Qué fresco es éste tío! –pensó--. Todos los hombres hacen lo mismo, hasta que vean que ya no tenemos el culo tan bonito, y entonces... adiós. Pero, mira, me gusta. No soy morbosa, pero es que a las personas debieron crearnos en algún momento que se hacía huelga a la japonesa... y como Dios trabaja tanto... –soltó una carcajada. Y Núria soltó un resoplido largo, después de haber llegado a un rincón discreto, en el que poder tranquilizarse. Sonrió y pensó: --¡Si no hago esto, reviento! Ya se sentía desahogada, la tía, y volvió con los demás. Ya sabía que aquello de que ella y Judy lo hicieran era imposible, pero así se montaba una venganza. Volvió a sonreír. Más tarde, cuando ya estaban todos en la piscina nudista, Jarvis estaba en un rincón de ella y veía al otro lado de la misma a Judy y a Núria, que se habían metido desnudas en el agua. Se habían detenido allá, apoyando las manos en el borde de la piscina. Parecía que hablaban entre ellas, una conversación animada, con continuas sonrisas, cuando no risas abiertas y casi escandalosas. Jarvis pensó que hablaban de “cosas de mujeres”, y nadando suavemente quiso acercarse allí, pero en aquel momento un chico se zambulló de cabeza escandalosamente, y pasó rozando al chico, que consiguió esquivarlo, aunque no pudo evitar la especie de ducha a lo bestia que sufrió, con la cantidad de agua que el otro levantó al zambullirse así. Las dos chicas hablaban de dibujo, del arte en Catalunya y en Nueva York, y cuando Jarvis por fin las escuchó, estuvo a punto de darse la vuelta, no por que no le gustara el arte, sino por que no era aquel el momento para charlar de aquello, de dar la barrila con lápices, pinceles, modelos, telas y chorradas, cuando si habían venido allí era para bañarse y tomar el sol. Pero finalmente se acercó. --Hola, chicas –les saludó--. ¿A quién queréis pintar? --A ti, guapo. Hola –respondió Judy, volviendo la cabeza hacía él--. Hablábamos de arte, tío. Jarvis pensó: “¿Sí...? Yo creía que Núria ya había aprovechado para meterle mano, je, je...” Aun no, pero la catalana ya pensaba hacer eso otra vez. Claro está que no quería hacerlo, pero se sentía atraída, y esto no puede pararlo ni siquiera la Armada Invencible. No; la Armada Invencible queda mal, ya que no puede ni siquiera considerársele así, “invencible”, ya que fracasó horriblemente al querer invadir Inglaterra en 1588... Pensemos en otro ejemplo. Ahora bien, siguieron los tres charlando, y hasta bromeando sobre los ligues, diciendo chorradas tales como que una hermana de Núria conoció a un chico que luego le dijo que era bisexual –ó sea, medio marica--, un chico que tocaba en un conjunto musical estilo “heavy metal”, y a esto, Jarvis contraatacó con que había conocido a un amigo en su pueblo, Albany (Estado de Nueva York, a unos 200 kms. de la gran ciudad), que tenía un ligue, una chica muy guapa que luego resultó que era bisexual –ó sea, medio lesbiana--, y se hizo un lío tremendo. Se rieron, mientras se acercaban allí, nadando, Winnie y Arthur. --Hola, tíos –saludó Artie. Recordemos que en aquel momento no había mucha gente en la piscina, y eran casi las doce del mediodía--. ¿Qué hacéis...? --Nada, Artie –contestó Jarvis--, estábamos hablando de pinceles, cuadros y tíos y tías pintadas. --No es exactamente así –dijo Núria. --Perdona, siempre lo jodo todo –dijo el americano, que provocó la risa general por su involuntario pareado. Se juntaron todos en aquella zona de la piscina, sin apretarse demasiado, y continuaron con la conversación. --¡Uf, tíos, me siento libre! –comentó Winnie, que se puso a nadar un poco. Decía cómo se sentía ella en aquel momento, al estar desnuda, claro. --¿Libre por qué? –preguntó Kathy, que iba detrás de ella. --No hagas preguntas gilipollas, nena –pidió la cineasta. --Esto... en América, esto nos costaría la cárcel ó la bronca de quien ya sabemos –dijo ahora Tommy, que ya parecía más tranquilo y menos cortado que antes. Nombraba, aunque sin decir su nombre, a George Bush, el padre del posterior Presidente de los Estados Unidos y Presidente en el momento de ésta historia, ó también se refería a su antecesor en el cargo, Ronald Reagan, de quien había sido su Vicepresidente. --Sí, tío, es un mojigato, pero no creáis que es siempre así; ya me conozco yo a los tíos éstos... –sentenció Winnie, que, siendo feminista, conocía perfectamente a muchos tíos hipócritas. --Tú siempre has criticado a los mirones, ¿no? --Sí, pero sólo si nos miran por mirarnos y nada más, como si fuéramos un espectáculo ó para meneársela. A mí no me da vergüenza estar así, pero el que me miren como a un objeto me cabrea muchísimo. --Amén –bromeó Jarvis. Por si acaso, después dijo--: Perdón.Judy, cachondeándose, puso la mano sobre la cabeza de su novio, hundiéndolo en el agua. --¡Eeeeeh...! ¡Aaaaarg...! –gritó el joven, que comprendía el pitorreo. Todos se apartaron a un lado, divertidos. Después, Jarvis y Judy se dieron un morreo, aunque ella dijo que el cloro del agua tenía un sabor bastante malo e hizo una mueca de asco. Esto último era por que, como Jarvis había sido sumergido en el agua de la piscina a traición, aun no le había dado tiempo a secarse bien, y sus labios estaban impregnados de dicha agua con cloro. En aquel momento, Judy sintió otra vez que alguien le había tocado el culo. Pensó que había sido Jarvis, y súbitamente contestó tocándole a él el suyo, bajo el agua, claro, como había sido el otro tocamiento. Los dos habían sido de manera discreta: sólo se enteraron las “víctimas”. Él se quedó sorprendido, claro, y súbitamente también, la morreó nuevamente y volvieron a jugar en el agua. Mientras todos les miraban divertidos, Núria estaba un poco preocupada. Como ya se imaginarán, ella fue quien le tocó el culo a Judy. Cuando hizo aquello por primera vez, no pensaba volver a hacerlo, pero veía que no podía evitarlo, que parecía fascinarle aquello. Aunque parecía tranquila completamente, en el fondo se sentía algo mal, y triste. Y aquel día no había podido venir Manel, así que no tenía a nadie con quien olvidarse de su tendencia lésbica. Y ella, si tuviese algún chico guapo a su lado, seguro que lo amaría con todas sus fuerzas... pero, por ahora, no tenía a ninguno cerca. Algunos de ellos se salieron del agua por la escalerilla metálica de color plateado, escuchándose algún silbido de algunos chicos cuando era alguna de las chicas las que se salían. Todas pudieron mandar a tal sitio a quien lo hubiera hecho, pero prefirieron sonreír y contestar “Gracias, guapos”. Al ver que Judy se salía de la piscina, Núria pensó en irse justo detrás de ella, pero como no quería que la rubia se diera cuenta, poniendo mucha fuerza de voluntad, decidió continuar bañándose. Además, observó que estaba cerca de un chico muy guapo, y pensó: --¿Y por qué no me ligo a éste...? Es muy guapo... Y se puso a nadar hacía él, que empezaba a nadar a su vez, hacía el otro extremo de la piscina, en donde el agua es más profunda, unos tres ó cuatro metros. Lo hacía con un poco de sensualidad, quizá por que así atrae más a un chico que si va de modosilla. Y ya se sabe que a los chicos les gusta más eso... Al pasar un rato, Núria se acercó a donde estaban Judy, Winnie y Arthur, acompañada del chico aquel, de pelo moreno, aspecto de sudamericano y que parecía simpático. --Me llamo Ataúlfo Gilberto Blázquez y soy del Uruguay –explicó el chico--, aunque he vivido aquí desde que era pequeño –se expresaba con acento catalán, sin nada de acento sudamericano--. Hey, podéis llamarme Gilbert. Así lo hacen mis amigos... Charlaron mucho tiempo, mientras alguno de ellos volvía a bañarse y otros se salían del agua para tomar el sol. Aquí, Judy quería que Jarvis le untase crema solar por la espalda, que ella no tenía buena habilidad para ello. Pues Núria se aprovechó, otra vez, sí, y dijo que ayudaría a Jarvis a hacer aquello.Sólo les recordó Judy que la parte del culo se lo untaría ella misma, ya que estaba algo cansada de tanto “tocamiento”. Más tarde, volvieron todos a sus alojamientos. Y al día siguiente, Judy entró en la habitación de Núria para seguir viendo sus dibujos, y aquí ocurrió algo que la primera no se esperaba, y que la otra quería evitar. --Hola, Núria –le saludó Judy al entrar--. ¿Qué haces ahora? --Nada, tía, leerme esto –y le enseñó un libro muy grande, que era una novela del escritor catalán Terenci Moix, escrita en español, titulada “Garras de astracán”. --Ah, muy bien... ¿Y de qué trata? --¿Has leído “La hoguera de las vanidades” de Tom Wolfe? --Sí, la he leído. ¿Por qué? ¿Ésta es parecida? --Tiene cosas parecidas. Verás, es una parodia mordaz del Madrid actual. --¿Ah, se desarrolla en Madrid? Yo pensaba que, al ser ese señor –y señaló el nombre del autor, en la portada del libro—de Catalunya, sería una parodia de algo de aquí, de Barcelona ó de Catalunya. --No, Judy. Siéntate aquí... –le pidió que se sentara a su lado, sobre la cama. Así lo hizo la americana, y luego Núria seguía--: Bien, no, judy... es una parodia de Madrid, quizá por que es la ciudad española en la que ha ocurrido más lo de la “hoguera de las vanidades” a la española. Más que en ninguna otra ciudad, quizá por que es la capital de España. --Ya. Al grano, Núria, no te enrolles ahora. --Perdona. Hay personajes como cantantes folklóricas, de esas que siguen prefiriendo vivir de la “España cañí”, ya sabes, de la España tópica y vieja... También hay empresarios, asesores de imagen e intelectuales de esos que antes luchaban contra Franco y ahora viven en lujosas mansiones con un montón de lavabos. --¿Se han hecho de derechas?
--No, Judy; no sé de qué lado político son ahora, pero eso es otra historia. Bien, los gilipollas estos del libro, finalmente acaban montándoselo los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. Me imagino que te parecerá toda una chorrada, que esto no se lo cree nadie, que se ve que el autor es marica, ó “faldillet”, como decimos aquí... --Eh... quizás sí. Creo que esto no pasara nunca, que ahora sólo ha cambiado lo de las relaciones entre los tíos y las tías... que los tíos ya no nos tratan bien sólo por que tengamos bonitos el culo y las tetas... y que ya saben reconocer nuestro talento, cuando lo tenemos, no sólo por quedar bien e impresionarnos, a ver si así ligan con nosotras. Creo que sí ha cambiado esto, y que puede cambiar aun más. Lo otro me parece una chorrada... una utopía. No me imagino el montármelo con una amiga mía, acariciarle el culo y las tetas y chorradas así. Yo no soy lesbiana, y no lo conseguiría. --¿Estás segura? --Sí. --¿Segura del todo? –insistió Núria en su pregunta. --¿Por qué me sales con todo eso, coño? Sí, tía, sí; no por que pueda ser mala en esto, sino por que no he nacido así. Las lesbianas nacen con demasiadas hormonas masculinas, pero yo no. ¿Es esto a lo que te refieres, ó sólo me quieres soltar una parida? --No, Judy, no es ninguna parida. Mira, nena, yo... –se daba cuenta de que se cortaba al hablar—bien, no me enrollaré... Y le abrazó y le besó en la boca, rápidamente, en apenas un segundo. También rápidamente Judy se asustó, dio un empujón a Núria y muy enfadada, apenas controlándose, le arreó una bofetada, que sonó con estrépito. Judy se levantó y se tocó la mano que le dolía, jadeando de la impresión, aun muy asustada y fastidiada. Con los ojos abiertos, que parecían por un momento saltones, gruñó a su amiga, que se había quedado caída sobre su cama y tapándose la mejilla por el dolor de la bofetada: --¿Qué mierda es esto...? ¡Yo no soy ninguna lesbiana, guarra de mierda! --Lo... lo siento... yo... –Núria casi lloraba, y tartamudeaba del nerviosismo que tenía, mirando a Judy casi implorando perdón—Me he pasado... --¡Sí que te has pasado, coño! ¡Puaj...! –hizo una mueca de asco, sacando la lengua como si quisiera escupir algún cuerpo extraño que se le hubiera colado en la boca. --¡Lo... lo siento de verdad, joder! ¡Se me ha escapado! --¿Qué lo sientes? ¡Haberme avisado, coño! ¡Y además, yo no soy lesbiana! ¡Si tú lo eres, muy bien, pero no me obligues a que yo también lo sea! --Ya lo sé, pero no puedo evitarlo. Yo soy una chica que, digamos, es bisexual, que le gustan los hombres, como a casi todas, pero también les atraen las mujeres... es decir, que lo de algunos de los chicos con los que me has visto estos días era una comedia. Menos lo mío con Manel Ricard, que eso va de verdad, lo amo. --Ya, le amas, pero también te molaba montarte un “menage-à-trois” conmigo y con él, ¿no? --Quizá, Judy. Bien, te juro que no volveré a hacerte la puñeta. Me buscaré otra novia. --Bien, de acuerdo, tía, y que la que encuentres esté muy buena, je, je... Núria soltó un suspiro, y mirando fijamente a Judy, dijo: --Judy, ¿sabes por qué soy lesbiana? --Qué pregunta más gilipollas, Núria. Habrás nacido así. --Quizás. Pero también hay otra razón: ¿tú sabes que muchas feministas, no sé bien por qué, ven bastante bien el tener una experiencia lésbica? --¡Joder, tú...! –exclamó Judy, casi sonriendo y abriendo mucho la boca--. Ya había oído decir algo así, tía, pero pensaba que sólo era una chorrada, alguna parida de una mujer un poco chalada... --No mucho, Judy. Quizás por que, si eran feministas, ya habían visto demasiado cómo se comportaban los hombres, sobre todo con ellas, y se encontraban mejor si convivían con otras mujeres. ¿Comprendes? --Sí, te comprendo, Núria, pero tampoco es esto definitivo, coño. Yo también soy feminista, de las moderadas, y me he enfadado mucho con los tíos y su manera de creerse que somos gilipollas todas nosotras. Puede ser que alguna vez haya pensado que sólo conviviría con mujeres como yo... Pero nunca pensé en acostarme con ellas. Y corta el rollo, tía, que ni siquiera me podrás convencer para que me lo monte contigo. Que te acaricie tu bonito culo otra, tía. Yo me piro. --De acuerdo, Judy, tienes razón, soy una gilipollas. Pero podemos seguir siendo amigas, ¿no? --Sí, claro, Núria. Que tú me caes muy bien, coño. Ah, me imagino que los tocamientos de mi culo de ayer me los hiciste tú, ¿no? --Eh... sí, yo... –la catalana se puso roja de vergüenza, en un súbito arranque de timidez y vergüenza entremezclados. --Tranquila, tía. Esto me vino bien por que Jarvis, desde entonces, se puso más cariñoso conmigo, je, je... --Ah, me alegro... Por lo menos, no he hecho como cualquier adolescente gilipollas –suspiró Núria de alivio. --¡Anda, venga, corta el rollo! Y lo cortó, de verdad. Cambió de tema y se dieron un abrazo fraternal, como dos buenas amigas, dándose muchas palmadas en los hombros. En aquel momento, llegaba Jarvis, y al verlas tan abrazadas, hizo una espectacular mueca de asombro y se imaginó lo que ustedes se imaginarán en casos como éste. Se imaginaba, por que ya lo sabía, que Núria era lesbiana, pero no que Judy lo fuera también. Exclamó: --¡Coño, ya os habéis dado cuenta de que sois lesbianas! ¡Os dejo tranquilas, yo sobro aquí! Las dos chicas se rieron al unísono, locamente, sin parar, desconcertando aun más a Jarvis, y Judy le dijo, todavía entre risas: --¡Anda, tío, no seas exagerado! Sólo nos abrazábamos, como buenas amigas. Ya sabía que Núria es lesbiana, pero yo no lo soy. Pero ven, ven, cariño –le hizo una señal con la mano derecha para que se acercara--, que si quieres montarte un “menage-à-trois” con nosotras, ¡todavía puedes hacerlo! ¡Ja, ja, ja...! Jarvis no entendía nada de aquella perorata de su novia, y pensaba que todo era una broma de ellas dos. Pero, sea por lo que sea, le molaba, y pensaba aprovecharse de ello. Se acercó a ellas. ¿Qué fue lo que hizo? Pues se sentó en medio de ellas, y como si no se diera cuenta le besaron, cada una por un lado del cuerpo de él. Pero no en la boca, sino en la mejilla. --¡Coño, y eso que no es hoy el 1 de Abril! (1) Y continuaron con varios besos, ya en la boca... Pero más tarde, ellas le contaron lo que habían discutido antes, y él lo entendió mejor. No dijo que estaba algo desilusionado al saber que aquello de los besos que le dieron ellas sólo era un desahogo, por no quedar como un grosero y un granuja aprovechado. Y admiró mucho a Núria por haberse atrevido a confesarles su orientación sexual, cuando esto, sobre todo al comenzar la última década del siglo XX, no es aun fácil de confesar, y menos si nos acordamos del muy grave problema del SIDA.

--¡Ésta tía sí que tiene valor, y no yo, coño! –pensó Jarvis, contento con la actitud de Núria y enfadado consigo mismo. Pero cuando todavía le besaban las dos, él hizo lo mismo, besando primero a Judy y después a Núria, mientras la otra le hacía alguna caricia. Menos mal que nadie más vio aquello, ya que la puerta de la habitación estaba entreabierta, y si alguien veía aquel “show”, todo podía joderse.
(1): Se refiere Jarvis al 1 de Abril, que en los países anglosajones se celebra el Día de las Bromas, equivalente anglosajón al Día de los Santos Inocentes del 28 de Diciembre. Se gastan el mismo tipo de bromas que en su equivalente español.