Entradas populares

Total de visualitzacions de pàgina:

Seguidors

diumenge, 10 d’agost del 2008

TODO ACABARÁ BIEN... SI FUESE BIEN (Capítulo V)






CAPÍTULO V

Al día siguiente, Kathy hablaba con su hermano Ralphie, el “yuppie”, un chico vestido muy elegantemente, como todos (ó casi todos) los “yuppies”, que pasaba un momento por casa antes de volver a su trabajo, que a veces se queja de que le absorbe demasiado. Por ello, Kathy aprovechó ese rato que pasaba por allí para preguntarle algo, mientras él descansaba sentado en una silla. --¿Qué tiene que hacer ésta mañana? –preguntó Kathy a su hermano. --Lo de siempre, Kathy. A veces sueño con mandarlo todo a la mierda. Es agobiante todo lo mío. ¿Y tú? --También, Ralphie, también. Tengo que ensayar con los compañeros de mi conjunto musical para tocar cerca de Hartford, Massachussets, a ochenta millas de aquí. --¿Es un sitio muy grande? --No, gilipollas –sonrió la chica con el chiste malo de su hermano--. Es... bien, no es muy grande, ya encontraremos otro sitio mejor. Pero me gusta más actuar en sitios así de sencillos. La gente es así más cercana. --Bien, te dejo, Kathy –se levantó él de la silla, suspirando de alivio antes de decir ésta última frase--. Me voy a mi trabajo. ¡Mierda de trabajo! Coño, tú sí que te lo montas bien. Cantar y ser aclamada por todos. Y yo, fíjate... Siempre haciendo cuentas, calculando beneficios, comprando acciones... y como algo salga mal, a la ruina. Siempre creo que algún día acabaré suicidándome, como algún amigo mío que se volvió loco con esto... –se mordió las uñas, con algo de nerviosismo. Kathy vio que Ralphie, de cabello rubio, no como ella, que es morena, pero más alto y vestido como cualquier chico “pijo”, parecía estar bastante estresado, algo que padecen muchos “yuppies”, y le comentó: --Ralphie, ¿por qué no te tomas unos días de descanso? Te veo muy jodido, y si no paras un poco, acabarás hecho una mierda. --Ya lo sé, pero el fin de semana ya descanso muy bien, tía. --Sí, follando con Nicole. ¡Qué descanso más guai! –bromeó Kathy. Nicole es amiga de su hermano, con el cual se acuesta de vez en cuando. El joven cambió de tema: --Eh, Kathy, ¿cómo está Judy ahora? ¿Se le ha pasado ya el mosqueo? --¿Qué mosqueo? --Sé que está de malas últimamente con su novio Jarvis. ¿Qué les pasa? --Nada, como a todas las parejas. Qué pregunta más gilipollas, Ralphie. ¿Es que tú y Nicole no tenéis discusiones?
--Claro que sí, joder. ¿Qué te pensabas...? --Nada, chico, nada... Pensaba que con tanto estar vosotros follando, no sabéis qué es eso... –bromeó otra vez la morena. --Muy graciosa, nena –sacó Ralphie la lengua. Mientras hablaban, él cogió un disco, de esos de vinilo de la época (aun no se había extendido el CD) y lo puso en el tocadiscos. Sonó una canción del grupo Kansas, del año 1978, titulada “Dust in the wind” (Polvo en el viento), una canción suave, tranquila y un poco lenta. Kansas es uno de los grupos musicales favoritos de Ralphie Raines. --Te mola ésta música, ¿eh, tío? –le preguntó Kathy. --Sí, tronca, sí. Pero me molan también otras cosas, como la del músico ese de “rap”, que... ¿cómo coño se llama...? Ah, sí, M. C. Hammer... –se acordó del nombre—No lo hace nada mal, el tío. --Sí, es simpático ese tío, aunque su “rap” es simple, comercial. No es reivindicativo ni va contra el sistema, como la mayoría de “raps” que se hacen en los barrios marginales de su raza.
--¿Le mola también a Marshall, vuestro amigo negro... eh, digo, de color? –se dio cuenta Kathy de que si Marshall Griffith era negro, tenía que aludir de otra forma al color de su piel, ya que en los Estados Unidos hay que tener cuidado a cómo aludes al color de la piel de las razas que no sean la blanca, ya que desgraciadamente el racismo es muy alto todavía en éste país. Y si se alude la palabra “negro” (en inglés, “black”), ó con su término ofensivo en inglés americano, “negger”, ello significa un insulto para los negros americanos, llamados de forma más políticamente correcta “afroamericanos”. Por ello quería decirlo de manera correcta. --Sí, le gusta –contestó Ralphie--, pero él prefiere otras músicas, sean moderna ó clásica, como Beethoven. Y además le gusta Madonna. --¡Qué mierda, la Madonna! –respondió ella, con cara de desagrado. --¡Hey, coño, no hables mal de Madonna! –la cara de desagrado de él fue aun mayor. --Qué suspicaz eres, hijo. Era una broma. Claro que me gusta Madonna. Más tarde, llegó un amigo de él, “yuppie” también, que en los años ’70 había sido un joven que protestaba contra la guerra del Vietnam, había entrado en una comuna “hippie” en San Francisco (California) y ahora es un “yuppie” que vota a los republicanos, come cosas “lights” y no sabemos qué más. Cuando Kathy le vio entrar, pensó que hay que joderse con que cómo puede una persona cambiar tan radicalmente en veinte años... pero luego pensó que aquello ya pasa también con los que son de derechas ó de cualquier ideología, que pueden cambiar de ideas aquí, luego allá, ó en cualquier sitio. Pasaron unos meses, y ahora ya estamos en el mes de Agosto, con el verano en pleno apogeo. La relación amorosa de Judy y Jarvis se normalizó, pareciendo que ya se había acabado aquel mal rollo. Ellos dos, además de Kathy, Tommy, Winnie y Arthur, se iban de vacaciones a España, concretamente a Barcelona, a donde habían sido invitados por la catalana Anna Oliola, su amiga española. Cuando llegara el fin de semana, el primero del mes, cogerían el avión desde el Aeropuerto Kennedy, ó como se le conoce popularmente, “JFK Airport”, como les gusta decir a los americanos la mayoría de los nombres y denominaciones, con siglas, cuando no con diminutivos. Volvamos ahora con Winnie Withfield, la cual, antes de irse a su casa y hacer las maletas, estaba en el edificio del barrio de TriBeCa, (iniciales de “Triangle Below Canal”, es decir, “Triángulo Debajo del Canal”, que está formado por varias calles), en donde tiene un despacho alquilado para la compañía productora de sus películas y algunas otras personas, con las que colabora. Allí también hay otras productoras, cada una asimismo con despachos alquilados. Aquel lugar era antes un almacén, pero en Enero de 1989, el actor Robert De Niro y unos socios suyos compraron el edificio por siete millones de dólares, y después de adecentarlo bien lo dejaron listo para utilizarlo como sede de productoras cinematográficas, sala de proyecciones de películas, etc. Allá, Winnie, en su despacho, escribía el guión de su próxima película con su amigo Jesse Obregón, un mexicano que tuvo problemas cuando era niño, ya que su familia tuvo que abandonar su pueblecito (ó “pueblito”, como dice él con su acento mexicano) de Michoacán y emigrar a los Estados Unidos. Le costó mucho, como a cualquier inmigrante, adaptarse a la cultura, el idioma e incluso el clima (en Nueva York, los inviernos son duros, todo lo contrario del clima semitropical de la mayoría del territorio de México). Tuvo que trabajar de todo: camarero, repartidor, etc., hasta que empezó a interesarse por el cine, estudiando en la Escuela de Cinematografía y empezó a escribir guiones. Ahora escribe uno, en colaboración con Winnie, igual que en otras películas de ella. En realidad, Jesse se llama Jesús, pero empezaron a llamarle con el nombre traducido al inglés, y se quedó así, aunque en su familia le siguen llamando Jesús. --Bien, Jesse –decía ella, que tenía un papel en la máquina de escribir, que era una página del guión que estaban escribiendo entre los dos--: vamos a ver... aquí, cuando Fernando Álvarez quiere declararle su amor a Geraldine Peralta, que la ama, pero con las prisas ha salido de casa sin pantalones, de lo que no se ha dado ni cuenta. ¿Es así?
--Sí, Winnie, así es –contestó él, que era moreno, estatura media y portaba gafas de intelectual--. Y aquí, Geraldine le dice que es una chica moderna, sin prejuicios, pero que no soporta a los graciosillos, algo que creía que quería hacer Fernando, una gracieta, al salir de casa sin pantalones, y encima con aquellos horribles calzoncillos. ¿Te parece bien así? --Emh... sí, está bien... pero hay que pulirlo, Jesse. Si no, queda muy tópico, de comedieta simple. --Ya lo sé, pero el humor, la comedia, es de lo más difícil de hacer, Winnie. Si quieres un drama, llama a Ingmar Bergman. --Tranquilo, lo haré –bromeó Winnie. --Ah, oye, Winnie... ¿cuándo te vas a España con tu novio Artie? --Éste fin de semana. Primero iremos a Ibiza, que está en... –intentaba recordar—Ah, en la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares. Creo que así llaman allí a los Estados, que... en fin, una manera muy curiosa de llamarlos. Bien, como decía, Jesse, iremos en avión a Barcelona, para ir en otro vuelo hasta Ibiza, en donde estaremos algunos días, para volver a Barcelona, en donde estaremos más tiempo, recorreremos Catalunya, y antes de que empiece Septiembre volveremos aquí. --Lo tenéis todo preparado –comentó admirado el chico. --Gracias, Jesse. ¿Y tú, qué harás? --Me iré unos días al pueblo de mis padres, en México. Luego a Acapulco, y después... ya lo pensaremos, Winnie. A veces me gusta improvisar. Que lo paséis bien. --Gracias. Oye, ¿alguna vez has viajado a España? --Sí, alguna vez. He visitado a parientes míos que viven en Catalunya, Aragón, Andalucía y Madrid. --¿Tantos sitios? --Sí, allí están ellos bien repartidos, y para ver a todos... –bromeó Jesse, poniéndose mejor las gafas--. El año que viene pienso viajar allí otra vez.

--Yo también tengo allá algunos parientes míos –se acordó Winnie--. Un primo mío trabaja en el Consulado norteamericano en Barcelona. Está casado con una española y vive allí desde 1966. Tiene cuatro hijos, tres chicas y un chico, y son bastante críticos con mis películas –bromeó ella, soltando una risita. --“¡Ay, caramba!” –bromeó ahora él, hablando en español con acento mexicano y diciendo, con ese acento musical, una frase típica entre sus paisanos--. Winnie, ¿cuántos años tienen tus sobrinos? --Son ya unos adolescentes –contestó Winnie--. Como todos ellos nacieron en Barcelona, ahora son más catalanes que los propios catalanes. Creo que así me lo dijeron. Además, me hablan mucho en catalán, el idioma local. Entiendo algo, a través del español, pero no mucho. Y como entre ellos hablan en catalán, no les pillo demasiado... Jesse cogió una hamburguesa que tenía en un costado de la mesa, y quiso ofrecerle un pedazo a Winnie. --¿Quieres...? --No, gracias –lo rechazó ella amablemente--, que si no, luego me pongo gorda. --Vaya, lo siento...
--Espera... –se lo pensó mejor Winnie--. Dame un poco... total, no creo que engorde mucho... Cogió ese trozo, seccionándolo de la hamburguesa, comiéndoselo y hablando aun con la boca llena--. Mmm... está muy bueno, tío. No quiero comer demasiado, por que luego pierdo la línea, me pongo demasiado gorda, y... --...Y te pones como Luciano Pavarotti, ¿no? --Sí. Aunque tengo que decirte que cada vez que veo a Pavarotti en la televisión, me pregunto que de cuántos meses está... Jesse rió la gracia. --Querrás decir que de cuántos años está, ¿no? –dijo él. Los dos rieron a mansalva. --¡Hay que ver...! –comentó él--. ¡A veces pensamos unas cosas, Winnie, que nos dejan bien jodidos! --Quizás, Jesse, pero... ¡pero es “jodidamente” divertido! Volvieron a reír mucho. Después, siguieron con la escritura del guión, ésta vez intentando mejorar esa escena narrada con anterioridad. La otra película que Winnie acabó en Diciembre pasado, aquella que contaba la relación sexual entre un chico blanco y una chica negra, ambos neoyorkinos, su título final fue “Piel de cualquier color”. Las críticas cinematográficas han sido de todos los colores: unas decían que era una “peli” muy buena, otras que original, otras que simpática, otras que obra maestra, otras que aburrida y sosa, y alguna que decía unas paridas como: “Es una película demasiado pretenciosa, pedante e incluso antiamericana, en donde parece fomentarse más el sentido de la vida que tienen los europeos como superior al americano, al aparecer un personaje secundario, francés por más señas, que siempre parece saber más de la vida que nadie, como si fuera Dios. Intenta imitar las películas de Truffaut, pero el maestro francés sabía plantear sus ideas mejor, como demostró en ‘Fahrenheit 451’. Aquí, todo es demasiado evidente, simple, como un cuento de hadas para feministas y para gente que reivindica todo lo que hay que reivindicar, vamos, con la pancarta de protesta siempre a punto. En éste caso, la igualdad racial...” Al público le gustó bastante la película, por lo menos en Nueva York, que es donde las estrena siempre. Igual que Woody Allen. Después se proyectó en otras grandes ciudades del país, como Los Ángeles, San Francisco y Chicago, también con éxito. En las pequeñas, no parecía tener tanto éxito, ya que aun sigue habiendo lugares en los Estados Unidos con gente de ideas retrógradas e incluso racistas, que no sólo no acogen bien una historia de igualdad de razas sino siquiera de reivindicación de la dignidad de la mujer y su independencia de los hombres. Y Winnie había querido tratar el tema de lo interracial sin politiqueos, con absoluta imparcialidad y una cierta frialdad y distanciamiento.